Cuentan los chismosos, que son los que dan paso a la historia que luego nos dicen en la escuela, que en cruce de caminos mantenía un viejo sentado, bajo la sombra de un gran árbol, pensativo y en silencio. Un día como cualquier otro, lo estaba observando desde lejos, bajo la sombra de otro árbol, un niño inquieto y analizando que hacia el viejo, que tenía mucha fama de ser alguien muy sabio. Casualmente ese mismo día, por uno de los caminos llego un joven, que al encontrarse frente a dos caminos más, sin saber cuál ruta tomar, miro al viejo sentado bajo la sombra de unos arbustos, se le acercó y le pregunto:
- Viejo,
¿sabe usted a donde conducen esos caminos?
El viejo con la sabiduría y la tranquilidad que solo
poseen los viejos que están sentados bajo la sombra de unos arbustos, en
silencio y siendo observado por un inquieto niño, desde la sombra
de otro árbol, responde; – Haber mijo, yo te puedo decir hacia donde
conducen los dos caminos, pero, antes debes decirme de dónde vienes y a dónde
quieres ir.
- Suena un
poco raro abuelo pero, está bien, después que me ayudes a orientar en mi
camino, está bien. Mira yo vengo de una ciudad que está llena de violencia, hay
mucho odio, la gente se mata de los unos a los otros y no se ayudan, nadie se
da la mano, es una ciudad donde hay hambre, destrucción guerra. Vea abuelo por
eso es que yo vengo de allá, porque quiero ir a una ciudad tranquila, llena de
paz y mucho amor donde todos nos ayudemos y seamos más humanos.
El abuelo, miro tranquilamente al infinito de uno de
los caminos y respondió:
- Vea
mijo, ese camino de la derecha realmente no se para dónde conduce, nunca he ido
y nadie viene de allá, para que me diga a dónde conduce ni como es la gente que
por allá habita.
– Continúo
contando el viejo sabio en medio de su sabia tranquilidad. – el camino del lado
izquierdo, si sé que conduce a una ciudad, muy parecida a la ciudad de donde
usted viene joven. Una ciudad llena de mucha envidia, rencor, la gente está
cargada de dolor y hay mucha violencia, así que usted dirá joven, que camino
quiere seguir.
El joven miro al abuelo y con cara de satisfacción le
dijo; - Abuelo, pues si de donde yo vengo, es casi igual a la ciudad que
usted dice que hay por ese camino, pues me voy para allá, pues estoy preparado
como enfrentar esa ciudad, su gente sus problemas y si tomo por el camino del
otro lado, no sabría cómo enfrentar lo que desconozco, muchas gracias abuelo.
Dijo el joven, sonrió y se fue.
El tiempo transcurrió y luego apareció otro
joven, quien traía cara de aburrido y de amargura en su corazón. Al llegar al
cruce de caminos se acercó hasta donde el viejo y pregunto que para donde
conducían ese par de caminos, a lo que el anciano, con vos de sabio pausado y
serenidad en su alma, serenidad y sabiduría que solo poseen los viejos que
están sentados bajo la sombra de unos arbustos, en silencio y mientras lo mira
un niño inquieto y muy observador, responde;
– Haber
mijo, yo te puedo decir hacia donde conducen los dos caminos, pero, antes
debes decirme ¿De dónde vienes y a dónde quieres ir…?
El caballero andante, quien también se notaba
algo sereno, aunque un poco nervioso por momentos, respondió;
– La
ciudad de donde yo vengo, es una ciudad muy tranquila, bueno diría mejor que
demasiado tranquila, allí no pasa nada. La gente nace y muere de vieja y o hay
líos de nada, nadie discute, no hay marchas, no hay armas siquiera, porque para
que, todo lo tienen, alimentación trabajo, educación, salud y eso mismo
hace que esa ciudad se vuelva aburridora, triste monótona, cada día se repite
lo del día anterior y nunca hay nada nuevo o novedoso que esperar, por
eso mejor voy en busca de otra ciudad, donde se pueda pensar, haya que pensar
de que preocuparse para no morir de tristeza, un día de estos.
Hubo un segundo de silencio que pareció un
siglo, para el niño que todo el tiempo observaba y esperaba la respuesta, ansioso,
quizás más ansioso que el segundo caminante que se encontraba en el cruce de
caminos frente al viejo sabio.
Vea mijo. Respondió el anciano. -Ese camino de la
derecha realmente no se para dónde conduce, nunca he ido y nadie viene de allá,
para que me diga a dónde conduce ni como es la gente que por allá habita. –
Continúo contando el viejo – el camino del lado izquierdo, si sé que conduce a
una ciudad, muy parecida a la ciudad de donde usted viene joven, allá también
la gente muere de tristeza, no hay enfermedades, no hay problemas, todos tienen
su ocupación y al igual que la ciudad de donde usted viene, allá cada día es
una copia del día anterior y el siguiente siempre será así, no pasa nada
tampoco. Así que usted decide, caballero para dónde quiere ir.
Dicho esto, el viejo tomo su postura de sabio
sin preocupaciones y siguió sentado bajo la sombra sin mayor asomo de
afán o molestia alguna. A lo que este hombre caminante, dijo;
- Yo le
agradezco mucho señor, y de verdad que para ese camino incierto no me voy a ir,
así que aprovechare la experiencia que tengo de sobrevivir en una ciudad
calmada, tranquila y monótona y me iré por el camino de la
izquierda y no tendré mayor dificultad en acomodarme y afrontar una nueva vida
allá, lejos de la monotonía de mi antigua ciudad.
Fue así como el hombre perdido, tomo el camino de la
derecha y se perdió en la distancia. Apenas se había alejado este viajero, el
niño que todo el tiempo miraba lo que allí sucedía, se acercó al anciano, con
vos de niño preguntón y con ganas de regañar al viejo, le dice;
- UUUUyy,
que anciano tan mentiroso, al primer caminante e dice que ese camino de
la izquierda va para un lugar violento y no sé qué más. Y a este otro
señor le dice, que el mismo camino de la izquierda, va para un lugar tranquilo,
feliz, sin problemas… mentiroso, usted no es ningún sabio como dice la gente
que pasa por aquí, como engaña a la gente, viejo mentirosooooo.
El viejo, sabio hombre, sonrió con tanta
alegría, que le ilumino la cara al niño, como si fuese un sol directo al rostro
de este, quien se encontraba un poco molesto, porque creía que el anciano
sabio, en realidad era un mentiroso engañador; El anciano le respondió, con las
sabiduría que tienen los sabios sentados en bajo la sombra de un árbol en un
cruce de caminos y observado todo el tiempo por un niño;
- Mira, la
ciudad y la gente que estos hombres buscan, o la ciudad y la gente que estos
hombres quieren huir, no están en ninguna parte del planeta, está
en sus corazones. Por eso, vayan donde vayan siempre van a mirar en la gente lo
que quieren ver, sin importar en realidad como sea la ciudad a la que llegan,
siempre van a encontrar lo que buscan y harán una guerra si la quieren o podrán
vivir en completa paz, si así lo desean.
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